Conclusiones encarnadas
Escribimos esto porque nos encontramos en la habitación conectada, pero estamos agotadas de tragar imágenes de violencia, posverdad y representaciones de cuerpos. Porque nuestros cuerpos precarios y cansados se levantarán de la silla frente al ordenador, encorvados, con las rodillas temblando y las cervicales doloridas; lentos, pero se moverán. Porque la máscara nos está quemando la cara, y la sonrisa impostada ya nos está dejando marcas de arrugas. Porque nos pesan los párpados y se nos entumecen los dedos. Porque ya no veo de lejos, y lo lejano, el futuro, se me hace insoportable.



La felicidad como la hemos analizado hasta ahora, es inseparable de los intereses productivos, sociales y económicos del neoliberalismo capitalista. Felicidad es autodisciplina y control. Y el gobierno de la felicidad parece más bien un gobierno de la infelicidad, del malestar, las angustias, ansiedad y depresión. Escapar de ella significaría, tener que salir también de la rueda capitalista, por tanto, vendría a ser una emancipación. Activar nuevas formas de trabajo, nuevos vínculos afectivos donde se deje de lado el valor social de un like. Repensar en qué lugar está el cuerpo, habitarlo y establecerlo como espacio relacional. Volver a vincular mente y cuerpo. Y abrir un espacio para el malestar en esta emancipación para así aprender nuevas formas de relacionarse con uno mismo, como hemos visto en algunas de las prácticas artísticas, y de cuidados con los demás.